viernes, 3 de septiembre de 2010

Te Sigo. Capítulo 1. Te Sigo

Ignacio y el sótano de su casa eran parecidos en más de un sentido. Al interior se llegaba a través de un camino difícil: una escalera angosta y peligrosa, y luego una puerta con cerraduras de alta complejidad. Había sido un lugar alegre en un pasado no tan lejano, pero toda señal de felicidad se había apagado de golpe, y bastaba encender la luz para empezar a observar los signos de su ausencia.

Ignacio esperó escuchar el sonido de la cerradura electrónica al trabarse antes de iluminar la habitación. Cualquiera que observara el despliegue de tecnología justificaría de inmediato todas las medidas de seguridad. Monitores de cristal líquido, computadoras portátiles de última generación, celulares inteligentes, servidores de capacidad industrial y otros dispositivos aún más costosos se repartían con prolijidad y orden en las diversas mesas de acero inoxidable que poblaban la habitación.

Sin embargo, los candados no protegían máquinas, sino secretos en forma de fotografías que iban apareciendo a medida que las luces incrementaban su incandescencia. Las fotos del horror: mujeres de corta edad, ninguna mayor de veinte ni menor de trece. Cada foto reflejaba un rostro o una parte del cuerpo de una de ellas. Cada foto mostraba violencia. Cortes, moretones, posiciones humillantes, lágrimas y hasta gritos silenciosos. Cadáveres.

Todas las fotos, menos una. Ignacio la contempló y asintió con la cabeza, en un movimiento breve, económico. Era alguien decidido.
Diversas pantallas se iban encendiendo mientras él tomaba su libreta de anotaciones y avanzaba hasta una hoja cuyo encabezado rezaba: “@SoyTrini”. El símbolo por delante de las palabras significaba la relación con la red social Twitter, su coto de caza personal, o como fuera que la actividad que él hacía se denominara.

—18, soltera. Vicente López. Facultad de Derecho, Starbucks, tren.

Ignacio repetía estas palabras con lentitud, como si cada una de ellas tuviera un contenido mucho más abundante del que a simple vista se observaba. Para él, y quizá para alguien más, lo tenía. No se llaman redes sociales porque contengan, sino porque atrapan, recordó, como todos los días. Trini lo aprendería esa noche.

Había tomado esas anotaciones a lo largo de semanas de espiar y dialogar con @SoyTrini vía Twitter, la red social que día a día sumaba adeptos en forma exponencial. En miles de mensajes la víctima había dejado diez o doce elementos que le servirían a quien estuviera atento para ubicarla. Y él quería hacerlo.

La foto de @SoyTrini en Twitter era difusa, pero él había solucionado esa deficiencia con una visita a su página de Facebook. @SoyTrini era una niña / mujer que llamaría la atención en cualquier lado.

Era miércoles, y como todos los miércoles de ese cuatrimestre, @SoyTrini terminaría de cursar una materia en la Facultad de Derecho, tomaría un colectivo hasta Retiro y de ahí el tren hasta Olivos. También como todos los miércoles, él la seguiría en el trayecto desde la estación hasta su casa. Ese día, sin embargo, estaba seguro de que sería el último. Le vinieron a la mente las palabras “miércoles de súper acción”, y hubiera sonreído, de poder recordar cómo se hacía.

Sus hijos estaban ya dormidos. Lo sabía, pues había acomodado la almohada del mayor después de haberle leído un cuento a la pequeña. Había paz. Se despidió de su esposa con un beso y partió hacia el juego de póquer de los miércoles con sus amigos de la universidad. No veía a sus amigos de la universidad desde hacía meses y nunca había aprendido a jugar al póquer, pero su esposa le creía.

Media hora más tarde, enfundado en su sobretodo oscuro, era invisible en la calle sin iluminar. Trini pasó por delante de él sin verlo, concentrada en evitar los charcos que la lluvia de la tarde había dejado y perdida en la música que salía de su iPhone. Él sabía que tenía uno, lo había leído en Twitter.

La siguió durante dos cuadras a distancia prudencial y sin hacer un ruido. Sus zapatos con suela de goma se encargaron de eso.

—¿Trini?

Ella se sobresaltó, pues nada había denunciado aquella presencia, y retrocedió apoyando su espalda contra las rejas de una casa. 

—¿Quién sos?

—Soy yo, Kampeón. ¿Cómo estás?

—Bien... me asustaste. ¿Qué hacés acá́?

El miedo en la voz de Trini era evidente. Ignacio no pudo evitar sentir una pequeña satisfacción: no se había equivocado. Sin embargo, esa satisfacción era muy chica comparada con la rabia que crecía a cada minuto dentro de él. No era un experto en estas cuestiones, no aún, pero sabía que después de la bronca vendría la tristeza. Profunda. Y así como sabía eso, sabía que ni nada ni nadie en el mundo podría impedir lo que estaba a punto de ocurrir.

—Vine a verte.

—Pero yo no te di mi dirección, ni nada.

—Vení, subí al auto —dijo Kampeón, señalando un coche gris. Trini trató de alejarse, pero antes de que pudiera darse cuenta una mano de hierro la sostenía del brazo.

—Dejame, ¡hijo de puta!

—Vení, turrita, subite que te va a gustar.

Ignacio dio un paso hacia adelante, y la luz del farol lo iluminó por completo.

—Dejala.

@Kampeon69 retrocedió como si hubiera visto un fantasma, pero después de eso se quedó completamente quieto. Paralizado.

—Vos no sos el único que sigue gente en Twitter — dijo Ignacio con voz serena.

Apuntó la pistola a la cabeza de @Kampeon69 y sin mirar a Trini le ordenó:

—Pendeja, basta de boludear en Twitter. Andate a tu casa.

Trini corrió, e Ignacio vio de reojo que le costaba abrir la reja de entrada. Después de unos segundos, lo logró.

Ignacio nunca había matado y tampoco lo haría esta vez, por más que le costara y aunque @Kampeon69 mereciera morir. Pero sí le aplicaría un escarmiento, uno grande.

—Subite al auto.

@Kampeon69 lo miró sin entender, y él lo golpeó con la culata en la sien.

—Te dije que te subas.

Con la frente sangrando, Kampeón abrió la puerta, y de ahí en más todos los movimientos fueron en cámara lenta. Kampeón se agachó y tomó algo de abajo del asiento. Ignacio lo observaba con impotencia. Sabía lo que ocurriría, pese a no haberlo vivido nunca.

—No lo hagas.

Pero Kampeón no escuchaba, y cuando giró tenía un arma en la mano. Ignacio no dudó, no podía hacerlo. El disparo fue un eco en la noche, y Kampeón estaba muerto.

Volvió a su casa y fue directamente a su sótano. Descargó el arma y la guardó en la caja fuerte. Lo último que vio antes de ir a dormir, entre las fotos de todas las niñas lastimadas, fue la de su propia hija, Carito. La rozó con la punta de sus dedos, y su voz fue un susurro.

—Chiquita, si hubiera podido cuidarte a vos también.

13 comentarios:

  1. Como ya te dije en el TL me encanto y me dejo preocupada y pensando.....

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  2. Una vez más un placer volver a leerte.
    Estar en la situación de esa chica debe ser escalofriante, pero es una realidad que vivimos actualmente, muchas personas confían demasiado o se dejan llevar por las "relaciones" que se forman en las redes sociales. Un tanto efímeras.
    Excelente relato e igual final, ni más ni menos de lo que ese oscuro hombre merecía.

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  3. Me hiciste sentir miedo che, así no va.

    La verdad, no recuerdo quien fue quien te incentivo a abrir el blog. Hay que darle un gran aagradecimeinto. Escribis muy bien.

    Saludos!
    CRis.

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  4. A la miercoles... decí que ya estoy mas para justiciera que para víctima... :/ Muy buen relato =)

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  5. Te tomaste el trabajo de dar de alta las dos cuentas, muy bonito detalle! Si se puede pedir más, pido: dejar "@Kampeon69" sin acento, que Twitter no lo toma.

    Saludos!

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  6. Excelente relato.. Muchas cosas para decir y para pensar. Nose como estuve sin leer este blog, es muy bueno, escribis muy bien. Un abrazo

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  7. Ya sería hora de leer más me parece!

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  8. Me dio mucho miedo. Pienso en mi hija, en mi amiga y en todos los que confian demasiado sin darse cuenta de las consecuencias. Buenisimo como siempre

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  9. No hay muchas cosas nuevas que pueda decir, sólo que mi admiración va creciendo a medida que voy leyendo tus relatos.

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  10. clap clap clap!! genial! te vas al hueso!! es excelente!!!

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  11. Excelente historia. Kampeon es una especie de Albert Desalvo, el Estrangulador de Boston, Dennis Andrew Nielsen y Chikatilo adaptado a los tiempos digitales que corren.

    Ojo SoyTrini represebta la forma de usar twitter que uno aborrece, que es la que cuenta si se echo un gas, si esta lavando a los perros o que esta comiendo, es decir, todas cosas que no le interesan mas a nadie salvo a ella. Lo tenia merecido (?)

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  12. Quiero película de te sigo, YA ! Muy bueno, muy..

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